15 nov 2009

Sin límites


Simplemente la rutina me ha cegado a las bondades de que la vida me presenta. La rutina, sí, pero también la indecisión, el miedo, la melancolía, esos demonios internos que me atan y no me dejan vivir plenamente y aceptar las oportunidades -grandes y pequeñas- que encuentro en mi camino. ¡Es que es tan difícil quebrantar el ritmo de la inercia! Y todo está ahí, afuera, esperando ser encontrado, conocido, contemplado, amado. La vida tiene mucho que dar, y efectivamente lo da a aquellos que se atreven a enfrentarla. No he emprendido el camino, simplemente he ido a donde las circunstancias me han llevado. Cierto, he tomado decisiones que han cambiado mi vida de una u otra forma, y eso me ha permitido vivir experiencias y oportunidades que de otra forma no habría encontrado: y por ello doy gracias. Pero no ha sido suficiente. Aún no he entregado resueltamente mi potencial. No se trata de cumplir expectativas ajenas, sino de vivir al máximo. Porque limitarse, amarga, frustra; permanece esa sensación de que se pudo haber sido más feliz dando un poco más, habiendo hecho esto o aquello mejor. Pero mientras se tenga un día más de vida, existe la posibilidad de vivir plenamente, de ser más feliz... Otro día. Otra oportunidad. Otro reto. Sin miedos.

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